Como duele la educación

La pandemia ha puesto en evidencia nuestras fragilidades y la dificultad de tantas personas para resolver problemas básicos. Asimismo, se ha vivido un tiempo de especiales aprietos en varios órdenes, entre los cuales se encuentra la actividad educativa.
Vemos con dolor la pérdida de meses de escolarización que tuvo lugar durante el pasado año 2020, y está a la vista de todos una situación de precariedad que se avecina con el comienzo del año lectivo 2021.

Por este motivo, en sintonía con el Pacto Global de Educación, convocado por el Papa Francisco en octubre de 2020, hacemos un llamado a buscar entre todos diversas y creativas vías para superar los problemas que enfrenta la educación en Bolivia.

La carencia de medios para acceder a la educación no presencial por parte de amplios sectores de la población infantil y juvenil debe ser asumido por toda la comunidad boliviana como un reto a superar, utilizando todas las formas posibles. Se ve preciso aunar esfuerzos de la sociedad civil con el Estado, recurriendo a fundaciones, empresas y mecenas locales y del exterior para contar con las ayudas necesarias en orden al equipamiento para internet y para energía (en los sitios del país en que no llega el tendido eléctrico). Aprovechar del mejor modo posible los recursos disponibles para una buena cobertura en todo el país (como el satélite Tupac Katari), junto con nuevos convenios con prestadores de internet.

En este sentido, como Iglesia ponemos a disposición plataformas ya diseñadas, mediante las cuales puede llegar una educación de calidad a lugares alejados gracias al uso de la televisión y de la radio, para lo cual solamente faltaría poder contar con canales de ambos tipos de medios para llegar a toda la población.

Por otra parte, también nos duele ver la tensión generada entre colegios privados y de convenio y padres de familia. La situación que vive el país debería ser más bien un estímulo para que todos arrimemos el hombro, poniendo lo mejor de cada uno para el futuro de nuestros niños y jóvenes, que se cifra en la educación. 

Sabemos que muchos padres de familia atraviesan dificultades económicas, y querrían aliviar en lo posible sus gastos. Por su parte, los trabajadores de los colegios también se encuentran con el mismo tipo de dificultades, y es muy difícil pedirles que realicen un trabajo que a menudo es más exigente que la clase presencial, con una retribución mucho menor. Por eso llamamos a un entendimiento, a través de un diálogo sincero y transparente, que permita llegar, con el esfuerzo de todos, a una solución.

Por último, pedimos al gobierno que propicie un diálogo para los temas más complejos que atraviesa la institucionalidad de muchos centros educativos de convenio, ya que éstos requieren asegurar el ámbito jurídico administrativo de su gestión, así como la infraestructura tecnológica, en las mismas características que todas las unidades educativas fiscales. 

Por último, confiamos al Divino Maestro la actividad de los padres y educadores que realizan grandes esfuerzos por mejorar la calidad de la educación para las futuras generaciones.

Monseñor Fernando Bascopé Müller es presidente del Área de Educación de la Conferencia Episcopal del Bolivia.