ENCUENTRO CON DIRECTORES DE LAS CARRERAS DE MEDICINA DE LA UCB 27-9-2024

En dos años hemos extendido la carrera de Medicina, desde la Sede Santa Cruz —nuestra sede madre— a la Sede Cochabamba y Tarija en 2023, Sucre y La Paz en 2024, y Oruro en 2025. Son ya seis sedes con la carrera de Medicina y un importante desarrollo proyectado en el área de Ciencias de la Salud.

La profesión médica es una noble vocación, porque posee dimensiones científicas y profesionales de primer orden, pero también dimensiones humanas: el trato, la relación con el enfermo, la capacidad de escucha, el trabajo en equipo, la necesaria humildad… que no son menos importantes.

Hemos elegido directores y docentes que representen esa tradición de buenos profesionales, de reconocido prestigio en Bolivia, pero también que se distingan por la honestidad en el ejercicio de la profesión médica. Están aquí porque son excelentes profesionales y, además, médicos que se destacan por sus valores humanos. Ustedes y sus equipos docentes son el ejemplo en el que deben mirarse sus estudiantes. Tienen una gran misión, y no es fácil.

¿Por qué se hace esta apuesta?
Por espíritu de servicio a la sociedad boliviana. La Universidad Católica es servidora de la sociedad, y Bolivia necesita que aportemos profesionales de la salud, médicos de gran calidad profesional —los mejores—, pero también médicos-persona, que sepan tratar al enfermo con calidez, que busquen los mejores tratamientos posibles y que, al mismo tiempo, sean éticos, humildes, con espíritu de servicio y muchas ganas de sanar el cuerpo y el ánimo de nuestros hermanos enfermos.

Jesús de Nazaret, nuestro maestro, a quien seguimos, tuvo entre sus misiones principales la sanación del ser humano: sanación del cuerpo, pero también sanación del alma, del pecado. Jesús fue un sanador integral, un médico del alma y del cuerpo, un médico de la persona completa. Eso es lo que debemos formar en la Universidad Católica: médicos que traten al ser humano de forma integral, como una unidad de cuerpo, alma y espíritu.

Quisiera detenerme en un punto especialmente sensible cuando se trata de formar médicos cristianos, seguidores de Cristo: el amor y respeto profundo por la vida, como don de Dios.
La vida no es algo de lo que podamos disponer a nuestro antojo: no somos dueños de la vida. La Universidad Católica, y los médicos que formamos, deben ser profundamente respetuosos de la vida. Nosotros creemos que la vida es un don, y por tanto no podemos decidir libremente sobre ella en virtud de un supuesto derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, o de un derecho a morir en el momento que uno elija. Somos defensores de la vida desde la concepción —donde ya está el misterio de una persona humana en gestación— hasta su fin natural.
Esto no significa que debamos aplicar tratamientos terapéuticos desproporcionados, ni que no se pueda aceptar el fin, cuando los medios artificiales exceden lo razonable. Somos defensores del valor de la vida como un don sagrado, pero no fanáticos que imponen un alargamiento artificial de la vida en nombre del progreso técnico.

Qué importante formar médicos que entiendan lo que es el ser humano. Por eso, nuestros programas incluyen cursos como antropología, bioética, epistemología, pensamiento crítico y cristología. No basta con conocer el cuerpo y la enfermedad física; se necesita ser personas completas, capaces de entender también el sufrimiento humano, de compadecerse, de mirar al enfermo como persona integral.

Cuerpo, psique y alma forman parte de la unidad que es la persona. Y además, están interrelacionados: somos realidades psicosomáticas. Un sufrimiento psíquico puede ser causa de enfermedad corporal; un desorden ético, puede llevar a un mal físico. Necesitamos médicos que no traten solo el cuerpo enfermo, sino a la persona enferma. Médicos que sepan cuidar con calidad, pero también con calidez; médicos, enfermeros y enfermeras con capacidad de trato humano, además de excelente formación profesional. Médicos que sepan acompañar al enfermo con cuidados paliativos, cuando lo único que queda es ayudarle a aceptar la muerte con dignidad, junto a su familia.

Médicos que respeten incluso el material biológico que utilizan para aprender, porque fue parte de una persona.

Esta debe ser nuestra diferencia como Universidad Católica en la formación de profesionales de la salud. Este debe ser el perfil del médico que formaremos en la Católica.

Queremos ir a la vanguardia, ser los primeros en la cultura del cuidado de los demás, como nos ha invitado el Papa Francisco. En una sociedad individualista y competitiva, en la que especialmente los jóvenes son inducidos a encerrarse en sus propios intereses, y se genera el hábito peligroso del olvido del otro, queremos ser modelo de una cultura de cuidarnos mutuamente, en todas las profesiones que formamos en la UCB. Pero especialmente en la carrera de Medicina y en todas las disciplinas de la salud que pondremos en marcha.

La salud, el cuidado de la salud de los otros, se expresa con mayor claridad en los médicos, las enfermeras, los odontólogos, los fisioterapeutas, los nutricionistas… Todas esas profesiones deben ir apareciendo en nuestras diferentes sedes para ser fieles a nuestra vocación de cuidado.

No queremos médicos que solo buscan dinero, médicos que engañan para ganar más, médicos sin honestidad o sin capacidad de trato, que no saben animar al enfermo para que también se cure gracias a un cuidado humano.

Debemos estar profundamente comprometidos con una medicina que investiga, que se pone al nivel de los que más avanzan en el mundo, y que ofrece a la sociedad buenos médicos y profesionales de la salud.

Somos conscientes de que para lograr esto se necesitan buenos laboratorios e inversión económica. Sabemos también que no son tiempos fáciles, pero —dentro de nuestras limitadas posibilidades— en todas las carreras que hemos abierto, hemos logrado niveles de equipamiento e instalaciones bastante competitivos y óptimos. Debemos seguir ofreciendo más, para que lo que ofrece la UCB valga la pena pagarlo.

A nuestros estudiantes les toca estudiar, trabajar, dedicarse. La sociedad espera mucho de sus médicos, por eso hay que estudiar en serio. No debemos premiar ni privilegiar la flojera. Hoy, como siempre, el esfuerzo es necesario.

Nuestros estudiantes deben entender que cuanto más sepan, mejor servirán a la sociedad. El esfuerzo de hoy será el bienestar de sus pacientes del mañana. Deben aprender a no escatimar esfuerzos.

Además, debemos formar estudiantes servidores, no déspotas que mandan; no engreídos que se jactan de su saber, sino servidores al estilo de Cristo, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. Nuestros estudiantes deben ser profesionales muy preparados, pero humildes, como los verdaderos sabios que saben que “solo saben que no saben nada”.

Esto no se logra con visiones elitistas de otras épocas, que creían que el médico debía estar por encima de los demás y que para llegar a eso había que aplastar al 80 %. No comparto esa visión.

Hoy tenemos jóvenes de este tiempo, a quienes debemos formar como jóvenes de este tiempo, lo que implica utilizar más y mejores medios tecnológicos para educar. Hoy tenemos recursos, y debemos ser pedagogos que saben sacar lo mejor de cada joven, y lograr que se apasionen por la medicina.

Hoy no es el miedo el método que forma, sino la paciencia, la comprensión, los métodos pedagógicos modernos y el buen ejemplo, los que harán que la medicina no sea solo una profesión, sino una vocación.

Dios les ilumine en la tarea que se les encomienda.

P. José Fuentes Cano
Rector Nacional de la UCB